Miró a la madre para confirmar tal posibilidad pero ésta le ignoró y siguió perdida entre las páginas del libro que leía.
Durante un buen rato, se sintió observado por la criatura, escuchaba su balbuceo mezclado con el sordo susurro de un sonajero. Manuel no lo miraba, porque no quería concederle ningún crédito de confianza, o ganaba hoy la batalla o la perdería para siempre.
-"Es un niño y si lo miro de reojo no se dará cuenta"- pensó.
Su vanidad de superioridad le traicionó. Dos ojos castaños, tan abiertos que se comían los parpados, le estaban esperando como dos guardianes. Manuel se sintió desarmado cuando aquel bribón de cabello rubio, abrió la portezuela de sus dos unicos dientes.
La madre, sin dejar de leer, apoyaba su mano en el carro, como necesidad vital de asegurarse de que todo estaba en orden; siguió entre las páginas del libro..."
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