Asentí con la cabeza. Observé la verja con los barrotes oxidados y las lanzas romas.
María gozó del privilegio que antaño tuve yo, metió su menuda cabeza entre los barrotes y su melena castaña atrapó el descuido de los hierros.
En la escalera de la entrada, la maleza me dice que la casa ha estado abandonada en los últimos años, los cristales opacos por la suciedad no me permiten ver el vestibulo.
Bordeando la casa llegamos al jardín... allí está en el centro, sombra de generaciones, compañero de juegos y testigo de compromisos inquebrantables, allí está el viejo ciruelo..."
Todos tenemos nuestros recuerdos de la niñez que nos alegran el presente.
ResponderEliminarEl paso inexorable del tiempo, hace que sea fácil echar la vista atrás y recordar momentos inolvidables. Desde que descubrí la facilidad de que mi mente recordase tan buenos momentos, he hecho lo posible por plasmarlos sobre papel y me están dando grandes satisfacciones. Gracias.
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