-¡Abuela, abuela! Escuché gritar a uno de mis nietos desde la habitación dónde me hallaba postrada en una cama desde hacía unos meses. Mi salud se resentía y apenas podía mantenerme en pie.
La puerta se abrió de golpe y cuatro cabecitas se fueron asomando una detrás de otra, cómo pidiendo permiso.
-Abuela… susurraron con un hilo de voz.
-Entrar niños, entrar… contesté yo de ver allí a mis cuatro nietos.
-¡No molestéis a la abuela, chicos!- Se oyó a lo lejos la voz de mi hija, que estaba hablando con su hermano que acababa de llegar en compañía de su familia para pasar la Nochebuena en casa.
-Abuela, te ha traído el cartero este sobre para ti.-Dijo mi nieto mayor entregándome un sobre en tono ocre.
Aquel sobre, me traía gratos recuerdos y sonreí… Acaricié con manos temblorosas la portada del libro. Lo abrí y pude adivinar más que leer que llevaba escrita una dedicatoria cómo la de todas las Navidades.
Entregué de nuevo el libro a mi nieto, al mismo tiempo que le indicaba que me leyese lo que decía la dedicatoria.
Y con aquella voz infantil que todavía no le había abandonado leyó así.
“A mi Querida Big Fish, con especial agradecimiento. ¡Qué paséis una Feliz Navidad!”
-Ja ja ja- Escuché risas al unísono.
-¿Big fish?- Preguntó Claudia, que apenas tenía cuatro años.
- Pero Big Fish, significa pez gordo, pescado grande… o algo parecido… -alardeó de sus primeros conocimientos de inglés, mi nieto Fran.
-Pero la abuela no es un pez gordo ¿No? Preguntó preocupada Claudia.
-¡No! La verdad es que ahora mismo parezco más, una gamba arrocera… ¡Mirar tengo hasta bigotes! exclamé fingiendo una mueca graciosa, con gesto de teatralidad señalando mi labio superior.
A las risas de los niños se unió la de mi hijo, que acaba de aparecer en el umbral de la puerta.
-Por Dios mamá, no cambiarás nunca… ¿Cómo estás? Preguntó besándome, y mirando a los niños ordenó suavemente que me dejasen descansar.
A lo que yo me opuse rápidamente y añadí.
-Niños ¿Queréis saber el origen de llamarme Big Fish? Os contaré una bonita historia.
La respuesta de los niños no se hizo esperar, y los cuatro subieron rápidamente a la cama y se acomodaron a mí alrededor.
-Abuela, te hemos preguntado muchas veces el porqué de ese apodo cariñoso, y nunca has querido contárnoslo.- Comentó un poco ofendido mi nieto mayor.
-Big Fish… nunca había escuchado ese nombre hasta aquel día…- Comencé recordando.
Mis parpados me pesan y los cierro. Los débiles rayos de luz que se filtran a través de los visillos de la estancia, no es suficiente para mantenerme despierta.
-Abuela, abuela no te duermas, tienes que contarnos la historia. Dijo Iván con marcada impaciencia.
Abrí de nuevo los ojos y sonriendo continúe hablando.
-Alguien que conocí hace muchos años, todavía vuestros papás eran casi unos niños como vosotros, me conoció y me ofreció la oportunidad de mi vida. Yo estaba aquel día tan emocionada que sólo hablaba, inventaba, reía… y en un momento dado me miró y me preguntó ¿Has visto la película de Big Fish? Negué con la cabeza, y añadió, que le recordaba al personaje principal.
Quise que me contase el argumento de la película, pero el sólo me recomendó que la viese, que no me iba a defraudar… Ni que decir tiene que estuve intrigada, hasta que aquel fin de semana me fui al video club a coger esa película.
Me reí, porque el personaje era un señor de edad avanzada, y entradito en carnes ¿Que tenía que ver conmigo, por qué yo le recordaba a él? Y sonriendo me dispuse a ver la película.
¿Pero dónde está Big Fish? Preguntó impaciente Claudia.
-Shsssssss- Murmuraron al unísono los mayores, para que se callase.
-Es el título de una película de Tim Burton, basada en un libro. Una película mágica, dónde la realidad y la ficción se confunden. Se trataba de un hombre con una extraordinaria imaginación, siempre estaba contando historias sorprendentes de su vida. De cómo vio el día de su muerte en los ojos de una bruja, de cómo encontró un gigante en las montañas y lo llevó a vivir a un circo, dónde también conoció a unas siamesas chinas que cantaban maravillosamente, y que él se convertiría en un pez negro enorme y habitaría en un lago para la eternidad.
Su único hijo siempre estuvo enfadado con él, le reprochaba que le hubiese contado tantas mentiras, e intentaba separar lo real y lo fantástico de las historias que desde niño le escuchó contar.
Sin embargo, la enfermedad del padre, les unió… y aún así él, en sus últimos minutos de vida seguía contándole historias irreales… pero al mismo tiempo… veía en sus ojos la inmensa emoción con que las narraba, que empezó a preguntarse si realmente no hubiese vivido su padre aquellas historias y no sólo en su imaginación. Hizo las paces consigo mismo y con él, que cerró sus ojos por última vez con una mueca sonriente en sus labios.
El día del funeral, se reunieron los amigos de su padre para acompañarle, centenares de amigos que el hijo nunca hubiera podido imaginar que tendría… de pronto llegaron ellos. Y para sí mismo reprochó su incredulidad.
Allí se encontraban las siamesas, el gigante y la bruja, entre otros. Todas las historias irreales, eran tan reales como la vida misma.
-¡Jo, parece un cuento abuela!- Dijo Estefanía, mi nieta de apenas cinco años.
-Es que mi vida ha sido constantemente como un cuento…Creo en la magia, en lo real e irreal de la vida. Y mi mejor legado que os dejaré, serán mis historias…
-¡Big Fish! Qué bonito nombre abuela… ¿Quien es capaz de poner un nombre así a una historia? Preguntó Fran con suma curiosidad.
-El mismo que cada año envía un sobre cómo este con un libro dentro. El mismo que ha creado un lago dónde podemos encontrar a nuestros gigantes, brujas, bailarinas…
El es nuestro Big Fish…”nuestro pez gordo”. Nosotros tan sólo somos sus “Small Fishes”. Y nuestro lago se llama “Fergutson”.
La puerta se abrió de golpe y cuatro cabecitas se fueron asomando una detrás de otra, cómo pidiendo permiso.
-Abuela… susurraron con un hilo de voz.
-Entrar niños, entrar… contesté yo de ver allí a mis cuatro nietos.
-¡No molestéis a la abuela, chicos!- Se oyó a lo lejos la voz de mi hija, que estaba hablando con su hermano que acababa de llegar en compañía de su familia para pasar la Nochebuena en casa.
-Abuela, te ha traído el cartero este sobre para ti.-Dijo mi nieto mayor entregándome un sobre en tono ocre.
Aquel sobre, me traía gratos recuerdos y sonreí… Acaricié con manos temblorosas la portada del libro. Lo abrí y pude adivinar más que leer que llevaba escrita una dedicatoria cómo la de todas las Navidades.
Entregué de nuevo el libro a mi nieto, al mismo tiempo que le indicaba que me leyese lo que decía la dedicatoria.
Y con aquella voz infantil que todavía no le había abandonado leyó así.
“A mi Querida Big Fish, con especial agradecimiento. ¡Qué paséis una Feliz Navidad!”
-Ja ja ja- Escuché risas al unísono.
-¿Big fish?- Preguntó Claudia, que apenas tenía cuatro años.
- Pero Big Fish, significa pez gordo, pescado grande… o algo parecido… -alardeó de sus primeros conocimientos de inglés, mi nieto Fran.
-Pero la abuela no es un pez gordo ¿No? Preguntó preocupada Claudia.
-¡No! La verdad es que ahora mismo parezco más, una gamba arrocera… ¡Mirar tengo hasta bigotes! exclamé fingiendo una mueca graciosa, con gesto de teatralidad señalando mi labio superior.
A las risas de los niños se unió la de mi hijo, que acaba de aparecer en el umbral de la puerta.
-Por Dios mamá, no cambiarás nunca… ¿Cómo estás? Preguntó besándome, y mirando a los niños ordenó suavemente que me dejasen descansar.
A lo que yo me opuse rápidamente y añadí.
-Niños ¿Queréis saber el origen de llamarme Big Fish? Os contaré una bonita historia.
La respuesta de los niños no se hizo esperar, y los cuatro subieron rápidamente a la cama y se acomodaron a mí alrededor.
-Abuela, te hemos preguntado muchas veces el porqué de ese apodo cariñoso, y nunca has querido contárnoslo.- Comentó un poco ofendido mi nieto mayor.
-Big Fish… nunca había escuchado ese nombre hasta aquel día…- Comencé recordando.
Mis parpados me pesan y los cierro. Los débiles rayos de luz que se filtran a través de los visillos de la estancia, no es suficiente para mantenerme despierta.
-Abuela, abuela no te duermas, tienes que contarnos la historia. Dijo Iván con marcada impaciencia.
Abrí de nuevo los ojos y sonriendo continúe hablando.
-Alguien que conocí hace muchos años, todavía vuestros papás eran casi unos niños como vosotros, me conoció y me ofreció la oportunidad de mi vida. Yo estaba aquel día tan emocionada que sólo hablaba, inventaba, reía… y en un momento dado me miró y me preguntó ¿Has visto la película de Big Fish? Negué con la cabeza, y añadió, que le recordaba al personaje principal.
Quise que me contase el argumento de la película, pero el sólo me recomendó que la viese, que no me iba a defraudar… Ni que decir tiene que estuve intrigada, hasta que aquel fin de semana me fui al video club a coger esa película.
Me reí, porque el personaje era un señor de edad avanzada, y entradito en carnes ¿Que tenía que ver conmigo, por qué yo le recordaba a él? Y sonriendo me dispuse a ver la película.
¿Pero dónde está Big Fish? Preguntó impaciente Claudia.
-Shsssssss- Murmuraron al unísono los mayores, para que se callase.
-Es el título de una película de Tim Burton, basada en un libro. Una película mágica, dónde la realidad y la ficción se confunden. Se trataba de un hombre con una extraordinaria imaginación, siempre estaba contando historias sorprendentes de su vida. De cómo vio el día de su muerte en los ojos de una bruja, de cómo encontró un gigante en las montañas y lo llevó a vivir a un circo, dónde también conoció a unas siamesas chinas que cantaban maravillosamente, y que él se convertiría en un pez negro enorme y habitaría en un lago para la eternidad.
Su único hijo siempre estuvo enfadado con él, le reprochaba que le hubiese contado tantas mentiras, e intentaba separar lo real y lo fantástico de las historias que desde niño le escuchó contar.
Sin embargo, la enfermedad del padre, les unió… y aún así él, en sus últimos minutos de vida seguía contándole historias irreales… pero al mismo tiempo… veía en sus ojos la inmensa emoción con que las narraba, que empezó a preguntarse si realmente no hubiese vivido su padre aquellas historias y no sólo en su imaginación. Hizo las paces consigo mismo y con él, que cerró sus ojos por última vez con una mueca sonriente en sus labios.
El día del funeral, se reunieron los amigos de su padre para acompañarle, centenares de amigos que el hijo nunca hubiera podido imaginar que tendría… de pronto llegaron ellos. Y para sí mismo reprochó su incredulidad.
Allí se encontraban las siamesas, el gigante y la bruja, entre otros. Todas las historias irreales, eran tan reales como la vida misma.
-¡Jo, parece un cuento abuela!- Dijo Estefanía, mi nieta de apenas cinco años.
-Es que mi vida ha sido constantemente como un cuento…Creo en la magia, en lo real e irreal de la vida. Y mi mejor legado que os dejaré, serán mis historias…
-¡Big Fish! Qué bonito nombre abuela… ¿Quien es capaz de poner un nombre así a una historia? Preguntó Fran con suma curiosidad.
-El mismo que cada año envía un sobre cómo este con un libro dentro. El mismo que ha creado un lago dónde podemos encontrar a nuestros gigantes, brujas, bailarinas…
El es nuestro Big Fish…”nuestro pez gordo”. Nosotros tan sólo somos sus “Small Fishes”. Y nuestro lago se llama “Fergutson”.
Una historia entrañable inspirada en una peli que también lo es...
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya te dije en su momento que éste era un cuento espléndido. Modesto, pero entrañable. Nacido entre bambalinas. Nacido de una relación virtual entre escritora y editor (honesta, por dios, Juan, ya me entiendes. Espero que María no lea esto.), a base de emails para aquí, emails para allá. Un día deberías contarnos cómo ha sido todo ese trasiego. Ahí tienes una novela por entregas que podrías ir publicando aquí. Yo seré el primer lector. Un abrazo, amigos
ResponderEliminarJa ja ja, mira que te dije Raul que fueses prudente. Pues sí, Chule me tiró los tejos y tuvo buena puntería, porque me dio de lleno y aquí ando escribiendo una historia detrás de otra. Ahora que me has dicho lo de la novela, he estado pensando y tienes razón, tengo una vida muy novelera, tal vez algún día empiece a contarla, ya veo que tengo un lector muy discicplinado... gracias querido Raul por tu apoyo. Y tu, tambien ten cuidado con Cris, jajaja. Un beso a todos. Felices vacaciones a los que os vayaís.
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