domingo, 29 de agosto de 2010

DULCE Y AMARGO




Ella quedó impasible y yo noté como en mi mano izquierda se clavaba un cristal, o un cigarro encendido. No sabría explicar el dolor pero era como una lanceta incandescente que atravesaba mi mano, yo miraba una y otra vez el dorso de mi mano esperando que se abriese como un cráter, notaba como la lava de su veneno entraba dentro de mi torrente sanguíneo, la suerte estaba echada y me había tocado a mí. Era mi primera picadura de avispa, sin embargo tuve la suerte de tener a mano una enfermera que me inyectó ipsofacto un Urbason.
Nada más administrármelo noté como mi cabeza daba vueltas y sentí nauseas. Miré mi mano izquierda y la picadura seguía ahí, pero sin más consecuencias que la simple picadura. Pero aparecieron daños colaterales, como edema en los tobillos. Yo no me sentía bien pero aún así me fui al pueblo (una que es un poco cazurra) y a la tarde ese edema de los tobillos amenazaba con subir hacia arriba, me asusté por aquello del edema de glotis y me fui a un centro de salud. Allí me pincharon otro urbason.
Regresé a casa y al dormir noté como también la cara se me ponía inflamada y las manos, me quité los anillos ya con mucha dificultad. Me costaba respirar, pero puse una almohada bajo otra y así dormí incorporada. A la mañana siguiente aún me encontraba peor, me fui a urgencias de un hospital. Nada, no me tomaron tensión ni la temperatura y tan sólo me diagnosticaron infección de orina, cosa que me extrañó porque yo no había tenido hasta entonces ningún síntoma de ello.
Seguía encontrándome mal, empezó a dolerme la cabeza, así que me vine a mi domicilio habitual y desde allí me fui a Urgencias del hospital.
Me tomaron la tensión arterial 195/110 me extrañó porque yo era hipotensa de siempre, y tenía 37,6 de temperatura. Me ingresaron.
Analíticas, rx de torax, dónde me diagnostican que sufro un pequeño derrame pleural. Los edemas siguen siendo importantes. Sin embargo les llama mucho la atención la bajada tan brusca de potasio.
Llevo 6 días dando tumbos con los edemas, tres días ingresadas y me dan el alta. He adelgazado ocho kilos a través de seguril, vuelvo a ser yo, y no el monstruo inflado que desde hace días parecía.
Ecografías que dan todo perfecto. Los médicos susurran en voz baja, que no entienden lo que me está pasando.
La tensión arterial parece que ha ido bajando paulatinamente a través de los medicamentos que me han administrado y aunque no me encuentro del todo bien, ya parece que la tensión se va regulando.
Me dan el alta hospitalaria para regresar al día siguiente para hacerme alguna prueba más, pero ya puedo dormir en casa.
Y me voy directamente al “Sr google” y tecleo. “ Hipertensiòn arterial” y de las decenas de enfermedades que pueden ocasionarla hay una que me llama expresamente la atención.
Ingesta excesiva de regaliz. Soy consumidora habitual de ello ¡ Me encanta! Hasta ahora podía comer al día tres o cuatro torcidas de regaliz, o una bolsita de regalinas mientras escribo mis relatos aquí en el ordenador.
No obstante en esta última semana que estuve en Praga, encontré en la plaza un puesto de chucherías gigantes y mi entusiasmo al verlo allí me llevó a que comprase tres. Y estos tres últimos días sólo me veía a mi misma comiendo regaliz. Cada uno de ellos podía bien pesar unos 200 gr.
Y es tóxico… sí, para quien no lo sepa y tenga mis mismos gustos. A partir de cien gramos diarios es tóxico.
Su toxicidad lleva al paciente a sufrir edemas en tobillos, manos y cara especialmente. Bajada brusca de potasio ( por eso algunas veces decía cosas incoherentes y yo misma me lo notaba) y sobre todo que sube la tensión arterial.
Así que amigos… yo dije en broma en la presentación de mi libro, que Gloria Fuertes murió con un cigarrillo en sus manos y que yo moriré con un regaliz entre ellas, pero lo decía sin saber que podía pasarme. Pero está visto que en los excesos está el peligro.

sábado, 7 de agosto de 2010

SEGOVIA TIENE MAGIA

Segovia Tiene Magia

Entro en la ciudad y en un arrebato de confianza le robo las primeras vistas, me da el alto el acueducto, guardián inamovible que durante siglos ha identificado a la vieja Dama, allá donde llegaran las noticias de su existencia. Según nos vamos acercando se va exaltando la grandiosidad de sus arcos.

Justo cuando llegamos a la base de sus pilares, les cuento a mis hijos la leyenda de ese acueducto y la historia verdadera, ambas les fascinan porque son interesantes las dos, me dicen que no han visto nada igual, me siento igual que ellos asombrada ante la magnitud de ese fantástico monumento.

Subo por la calle Juan Bravo, y al llegar a la Plaza Mayor hago una pausa y me pierdo entre el gentío que en esos momentos están contemplando un espectáculo de marionetas.

Seguidamente me dejo arrastrar por los viandantes, la mayoría turistas. Pienso por un momento como me gustaría poder ir hacia atrás en el tiempo y entrar en el inmenso Alcázar como lo hicieron los Reyes Católicos en su reinado.

Recorro con la mirada el paisaje que me envuelve, qué misterios encierran en este bello paraje. Me siento a la orilla del rio Eresma y toco con mis manos el agua gélida y transparente, una sensación magnifica, de plenitud me invade al dejar que esa agua acaricie mis manos y mi rostro.

A la derecha de dónde me encuentro, diviso la Iglesia de la Veracruz, y recuerdo las historias de la Orden de los Caballeros del mismo nombre… que fascinantes aventuras tan bien narradas he podido descubrir en interesantes obras literarias.

Habituada desde mi nacimiento a las pequeñas dimensiones de mi pueblo, me siento atraída por estos bellos parajes, y desde que la visité por primera vez, necesito venir a sentarme aquí a la orilla de este rio y contemplar en silencio años y años de historia.

Cierro los ojos y puedo percibir como los olores se entremezclan en mis sentidos, debo admitir que me emociono fácilmente y que esta tierra contiene para mí, una magia difícil de explicar.

Y así sucedió:

A lo lejos divisé a un caballo con su jinete que avanzaba a gran velocidad hacia donde yo estaba.

Solo le vi los ojos, llevaba el rostro cubierto por una máscara de bronce al igual que su pecho. Portaba una gran cruz en su estandarte y sus armas brillaban al sol que languidecía en el ocaso del atardecer.

Al llegar a mi altura bajó del estribo, y cogiendo a su caballo de las bridas, avanzó hacia mí con paso ceremonioso, acompañado de la insignia del Orden De Los Caballeros.

-¿Quién eres? Pregunté casi en un susurro. Realmente estaba asustada, la sangre y suciedad acumulada en sus vestimentas le daban un aspecto tenebroso.

Sin responder a mi pregunta, agarró con su mano libre las mías y tiró de ellas, dirigiéndose al río donde su caballo, bebió con avidez.

El Caballero retiró el yelmo de su cabeza, pude contemplar sus revueltos cabellos castaños. Su mirada se poso sobre mí. Observé cómo se despojaba de su armadura y descansaba sobre el manto verde, imitando a un velo que la brisa cambiaba de color al antojo de la despedida del día.

Un estruendo rompió la voz del viento y acalló el murmullo del río. Se tensó el ambiente y cuando alcé la vista, vi una nube polvorienta envolver a soldados que se contaban por cientos que se dirigían hacia nosotros, bajando por la ladera de la Iglesia. Una hondonada de piedras nos anunció que venían en nuestra dirección.

El Caballero, recobró la compostura a tiempo para protegernos con su escudo. Me aupó a su montura y espoleándola me gritó:

-¡Huye! ¡Sal de aquí! ¡Mantén la cabeza agachada!

-Pero… ¿y tú?- Le pregunté asustada, con el corazón en un puño.

Se rasgó la túnica donde llevaba bordada la gran cruz de color rojo…y descubrí que roja también era la sangre que salía a borbotones de su pecho.

Intenté saltar del caballo, grité un ¡no! con todo mi aliento, pero el caballo ya había fijado su dirección hacia el río.

Cuando lo miré por última vez pude distinguir como bajaba la celada de su yelmo, y espada en ristre esperaba sus últimos instantes. Las sombras de la noche empezaron a aparecer cuando el sol definitivamente se escondió para dar la bienvenida a la luna. Oculta dónde yo estaba, divisé como el fuego aparecía en los alrededores. Los gritos se fueron atenuando y con resignación también esperé mi final.

-¡Levántate bella durmiente! La voz de mi familia, me vuelve a la realidad, después de una copiosa comida, y sobre la frondosa pradera que hay junto al río, me he adormecido unos momentos y he soñado… sonrío con la ironía de una quinceañera pero no digo nada, solo miro hacia la Iglesia de Veracruz, a veces los sueños son tan reales que miedo da no diferenciar la realidad de un sueño.

Sentí la tristeza de tener que partir de nuevo hacia mi lugar de residencia, atrás dejaba esa magia que me envolvió como una ligerísima niebla a mi alrededor.

Y entonces sucedió de nuevo, lo que no me esperaba encontrar. Allí en el centro de la jungla de asfalto, llegó él solo, apareció de la nada, con su caballo de acero, ya no tenía yelmo sino un casco gris plateado, se subió la “celada” y mis ojos no podían dar crédito a lo que estaban viendo.

En un principio pensé que era una alucinación, pero realmente era tu misma mirada. Letras impresas sobre el acero plateado de tu moto, me dejan perpleja, y leo así… “Ojalá recuerdes mi mirada, cuando la distancia ciegue nuestra presencia y creas que no nos volveremos a ver”. Me levantaste el dedo pulgar en señal de triunfo, el semáforo se puso en verde y te alejaste… en tu chaqueta de cuero, leí de nuevo unas letras impresas en rojo”Con luna vine, con luna vi y con luna vencí” y desapareciste de mi vista… ¿Para siempre? No, no lo creo así, ese es el lema de mi escudo familiar.

¿Qué sentido tenía contarle todo esto a alguien? Nadie me creería, sin embargo lo estoy haciendo ahora, a todos vosotros. ¿Me pregunto, le robé una imagen al sueño o a la realidad?

Cuando se encienden las primeras farolas, abandono la ciudad, atrás queda la batalla, atrás queda el pasado, atrás quedan los sueños, atrás queda Segovia.